lunes, 2 de marzo de 2009

Ya nadie les cree


Desde que el gobierno no pudo obtener el apoyo del Congreso para sancionar una ley que ratificara la resolución que impuso retenciones a la comercialización de cereales y oleaginosas que afectaban al campo todo el andamiaje construido por el ex presidente Kirtchner se ha ido desmoronando día por día.

En todo este tiempo las autoridades no han podido o no han querido implementar soluciones a los reclamos que todo el sector agropecuario ha planteado, para ordenar la actividad productiva que está seriamente dañada, después de mas de muchos meses de conflicto y la paralización prácticamente total de los negocios del campo y sus actividades vinculadas.

El gobierno ha insistido en sus planteos, han reanudado las descalificaciones a la dirigencia del sector agropecuario, ha inventado toda clase de trabas al libre desenvolvimiento de las actividades tanto en el mercado interno como en las referidas al comercio exterior. No hay –para decirlo sintéticamente- soluciones para la ganadería, para la lechería, para las economías regionales y, por supuesto, tampoco para los cereales y las oleaginosas, especialmente cuando las restricciones afectan a los pequeños y medianos productores, ahora también complicados por las bajas en los precios internacionales de los productos. Casi como si se tratara de una comedia los actores –todos funcionarios obviamente- se muestran sonrientes y prometen soluciones y después no hacen nada, aceptando sin ningún pudor las ordenes disparatadas dictadas desde el mas alto nivel del gobierno.

¿Qué significa esto si uno trata de analizar objetivamente el escenario en el que estamos inmersos? ¿No ha entendido el gobierno que aquí no importa quién ganó o quién perdió en esa noche de la votación en el Senado de la Nación? ¿Cómo es posible que no vean que han logrado rifar su base de sustentación política, por no haber entendido el mensaje de la sociedad, que en esta circunstancia se sumó espontáneamente al campo?

Si lo analizamos lo mas objetivamente posible no hay dudas de que algo está fallando en la capacidad de comprensión de la presidenta y de los que la rodean. Porque es imposible creer que una persona que se desempeñó con solvencia en ambas cámaras del Congreso Nacional, que tiene una innegable capacidad para exponer sus ideas con claridad, que ha asimilado datos y conceptos sobre temas fundamentales referidos a la política, a la economía y a la situación social, a los requerimientos de obras e infraestructura para integrar regionalmente al país, que incursiona con cierta racionalidad en algunos temas continentales, no pueda entender lo que realmente está pasando con su gestión a solo catorce meses de haberse hecho cargo del gobierno.

Alguien ha dicho por allí que frente a la crisis que le están mostrando los números de la economía y al incremento de los reclamos sociales, esta es una estrategia de auto inmolación buscando un justificativo para su salida del gobierno. Sería muy lamentable que esta diabólica interpretación fuera cierta, porque estaría confirmando que el nivel de este equipo de gobierno que rodea a la presidenta tiene entre otras cosas, un serio problema de capacidad intelectual, de formación para definir políticas y estrategias, y es solamente un grupo íntimo, incapaz, cegado por resentimientos del pasado en los que en algunos casos ni siquiera fueron actores, y equivocados en otros que en sus orígenes militaron – casi sin haberse destacado un poco- en fuerzas de lo que para muchos es ya hoy una izquierda trasnochada.

Lo que ahora nos preocupa es que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no entienda que le están mostrando encuestas ridículas, que el poder no puede manejarse pensando que todos los que no coinciden con sus propuestas son enemigos, conspiradores que quieren voltear al gobierno. Que no comprenda que ya nadie le cree al gobierno y particularmente al matrimonio que comparte el ejercicio del poder.

Un gran responsable de esta grave situación es su marido pero también algunos de sus ministros como Julio De Vido, que ahora la va a hacer enfrentar una protesta generalizada por los aumentos que se han puesto en práctica en los servicios públicos, para parar la sangría que generaron los irresponsables subsidios imaginados por el ex presidente y su ministro de confianza.

Hasta ahora la presidenta lo único que ha logrado –por malos consejos o por mal entendidas solidaridades personales- es perder el altísimo porcentaje de imagen positiva que tenía y ha perforado el mínimo del 20% de aceptación, que después de un año y dos meses de gestión es absolutamente inconcebible. Pero también esta colocando al país al borde de un caos social que no solamente les va a costar un desastre electoral en octubre, sino que además va a provocar violencia en la calle y descontrol frente a la ya perdida seguridad interna.