Si queremos tener un país menos crispado, si estamos convencidos que es imprescindible mentalizarse para enfrentar la crisis que inevitablemente va a llegar también a la Argentina, es necesario que la dirigencia cumpla su rol de orientadora para que por lo menos vuelva la tranquilidad a la sociedad.
Con esa idea en mi cabeza me pregunto: ¿Este gobierno es capaz de entender que por encima de las pasiones políticas están las urgencias de la gente? ¿Podrán superar esa tendencia maligna de ser soberbios, descalificadores de bajo nivel, pendencieros, encerrados en sus condicionamientos ideológicos, ciegos ante la realidad de una economía que hoy podría estar en inmejorables condiciones para enfrentar la crisis mundial que se ha desatado?
Estas y otras preguntas por el estilo se hace hoy mucha gente que no votó al kirchnerismo en el 2003 ni en el 2007, pero lo peligroso es que también se formulan los mismos interrogantes muchos de los que los votaron en las dos o por lo menos en la última elección.
Por eso nadie entiende que es en realidad lo que se propone el matrimonio presidencial, porque la catarata de necedades que difunde el marido de la presidenta y la ingenuidad de la maratónica serie de anuncios diarios de Cristina Kirchner, hacen dudar a mucha gente sobre su verdadero control de la administración del Estado. Y por supuesto de su modelo de gestión, hasta ahora usufructuado por algunos sectores amigos del poder.
Los meses que vienen están llenos de incógnitas, porque muchas de las cosas que pueden pasar tampoco dependen de la Argentina, pero hay que reconocer que otros países están mostrando que sus gobiernos actúan para tratar de limitar los daños de la crisis que los va a afectar con diferentes intensidades.
Yo creo que la mayoría de los funcionarios del gobierno no entienden lo que está pasando en el país. Siguen asintiendo y sonríen sumisamente cuando hablan la presidenta o su marido, aplauden a rabiar cuando los congregan en Olivos o en cualquier lugar donde inauguran alguna obra que le deben al intendente del lugar, por los servicios prestados hasta ahora.
Se han concentrado en hacer anuncios rimbombantes, muchos de los cuales no van a poder cumplir -como ha ocurrido hasta ahora en muchos casos- y en hacerle creer a la gente que ellos han descubierto un camino que nos llevará indefectiblemente a la prosperidad y al bienestar para todos. ¿Serán ingenuos, creerán en serio que ellos pueden controlar las secuelas que inevitablemente va a dejar la crisis internacional, o serán unos irresponsables que están jugando con la sociedad, pensando solamente en las elecciones parlamentarias del año que viene?
Hay una gran desmesura en todo esto que el gobierno hace y deshace a su gusto y paladar, porque en ninguna parte del mundo dudan que la recesión global es inevitable. Solamente el matrimonio gobernante cree que podemos seguir gastando sin entrar en default, o que es bueno que el campo esté a merced de la política o que la economía del 2009 no es un campo minado.
Me parece que todo esto que hoy nos ocurre nos está llevando por un camino muy peligroso, porque todo lo que está haciendo el gobierno para adentro del país y para el exterior, va a terminar en un desprestigio de tal magnitud que no va a ser fácil afrontar los desafíos que inevitablemente vienen y nos pueden llevar a una decadencia sin precedentes.
Con esa idea en mi cabeza me pregunto: ¿Este gobierno es capaz de entender que por encima de las pasiones políticas están las urgencias de la gente? ¿Podrán superar esa tendencia maligna de ser soberbios, descalificadores de bajo nivel, pendencieros, encerrados en sus condicionamientos ideológicos, ciegos ante la realidad de una economía que hoy podría estar en inmejorables condiciones para enfrentar la crisis mundial que se ha desatado?
Estas y otras preguntas por el estilo se hace hoy mucha gente que no votó al kirchnerismo en el 2003 ni en el 2007, pero lo peligroso es que también se formulan los mismos interrogantes muchos de los que los votaron en las dos o por lo menos en la última elección.
Por eso nadie entiende que es en realidad lo que se propone el matrimonio presidencial, porque la catarata de necedades que difunde el marido de la presidenta y la ingenuidad de la maratónica serie de anuncios diarios de Cristina Kirchner, hacen dudar a mucha gente sobre su verdadero control de la administración del Estado. Y por supuesto de su modelo de gestión, hasta ahora usufructuado por algunos sectores amigos del poder.
Los meses que vienen están llenos de incógnitas, porque muchas de las cosas que pueden pasar tampoco dependen de la Argentina, pero hay que reconocer que otros países están mostrando que sus gobiernos actúan para tratar de limitar los daños de la crisis que los va a afectar con diferentes intensidades.
Yo creo que la mayoría de los funcionarios del gobierno no entienden lo que está pasando en el país. Siguen asintiendo y sonríen sumisamente cuando hablan la presidenta o su marido, aplauden a rabiar cuando los congregan en Olivos o en cualquier lugar donde inauguran alguna obra que le deben al intendente del lugar, por los servicios prestados hasta ahora.
Se han concentrado en hacer anuncios rimbombantes, muchos de los cuales no van a poder cumplir -como ha ocurrido hasta ahora en muchos casos- y en hacerle creer a la gente que ellos han descubierto un camino que nos llevará indefectiblemente a la prosperidad y al bienestar para todos. ¿Serán ingenuos, creerán en serio que ellos pueden controlar las secuelas que inevitablemente va a dejar la crisis internacional, o serán unos irresponsables que están jugando con la sociedad, pensando solamente en las elecciones parlamentarias del año que viene?
Hay una gran desmesura en todo esto que el gobierno hace y deshace a su gusto y paladar, porque en ninguna parte del mundo dudan que la recesión global es inevitable. Solamente el matrimonio gobernante cree que podemos seguir gastando sin entrar en default, o que es bueno que el campo esté a merced de la política o que la economía del 2009 no es un campo minado.
Me parece que todo esto que hoy nos ocurre nos está llevando por un camino muy peligroso, porque todo lo que está haciendo el gobierno para adentro del país y para el exterior, va a terminar en un desprestigio de tal magnitud que no va a ser fácil afrontar los desafíos que inevitablemente vienen y nos pueden llevar a una decadencia sin precedentes.